Veloz…

Nunca supe bien a bien cómo fue que la gata de mi abuela llegó a su casa, el caso es que Run, como le llamaron vivía ahí como reina, la felina creatura llegó flaca y herida y unas cuantas semanas ya estaba completamente recuperada y acurrucada por los rincones.

Desde su llegada mi abuela no hizo sino consentirla y llenarla de comida, en poco tiempo su pelo amarillo brillaba y sus ojos de color verde parecieron revivir de pronto, ahí andaba Run bien acostada en el corredor, bien subida sobre el techo de la cocina para recibir los rayos del sol.

Ahí un día descansando cómodamente sobre la barda que separaba la casa de la vecina conoció al gordo, el gordo era un gato viejo y andariego que se llevaba el día saltando por sobre las azoteas, era el gato más grande y feo que hubiera visto, chato como pocos y con los ojos un poco viscos, se las ingenió para conquistar a la Run.

En pocos días las Run ya lucía su panza y en pocos meses ya había nacido su primera y única camada de gatos, de la unión de la atigrada y amarilla Run y el blanquinegro Gordo nacieron tres gatitos singulares y juguetones que tomaron por asalto el patio de la casa de mi abuela.

La buena mujer ya no aguantaba tanto maullido, la Run se dedicaba a dormir todo el santo día y el Gordo, al más puro estilo desobligado de algunos humanos no volvió a pararse por el lugar para hacerse cargo de su prole, desesperada al fin mi abuela decidió regalar a las crías y para tal efecto puso un cartel afuera anunciándolo.

Candidatos no faltaron para llevarse a los pequeños dos hembras rubias como su madre y un macho que aunque había sacado el físico delgado y espigado de su progenitora había sacado el color blanco y negro de su padre.

Pronto una de mis primas se hizo de uno de los gatitos a quien llamo Lena, la segunda gata se la llevo una vecina que la bautizó con el nombre de Kira, el único que no parecía encontrar casa era el macho que con sus enormes ojos negros no hacía sino ver como desaparecían sus pequeñas hermanas.

Finalmente mi terquedad tuvo efecto y el gato fue a parar a mi casa, ahí hice lo posible porque estuviera cómodo, le asigne un lugar en el cuarto sin embargo eso de poco sirvió, tan poco veía el felino una ventana abierta salía corriendo y se vivía el día entero saltando de un lugar a otro.

Por si fuera poco Veloz, que es como llame al canijo gato, tenía la extraña costumbre de pelearse con los perros del barrio, más de una vez se batió con el Pirata, con Benji e incluso lo llegue a ver dándose una revolcada con la Gitana, una enorme perra negra y tuerta que era el terror de la cuadra.

No importó que intentara controlar a Veloz, el gato salió a su padre y pocas veces andaba dentro de la casa, no hacía sino venir a que le diera su lata diaria de sardinas, porque eso sí, su gatuna majestad no aceptaba comida de caja ni nada parecido.

Con todo y todo debo decir que le tuve mucho cariño a ese gato, era solitario, travieso, terco y porque no decirlo algo excéntrico sin embargo supo ganarme ¿Dónde está ahora? No lo sé, un día simplemente desapareció y nunca regresó por su sardina que se quedó esperando por su dueño, sé que ya no está, pero me gusta pensar que el Veloz anda por ahí saltando de barda en barda y peleando con los perros.